sábado, 2 de noviembre de 2013

He aquí una pequeña disertación sobre la relación entre fotografía y danza:

La fotografía en la danza o el movimiento que se congela



Todo en el universo
tiene ritmo, todo danza
Maya Angelou

Danza es todo aquello que
el ser humano es capaz
de hacer musicalmente con
cualquier parte de su cuerpo
Karlheinz Stockhausen


     Son ambas formas de expresión, se diferencian en relación a la movilidad, pero cuya interacción llama considerablemente mi atención: la fotografía y la danza. La fotografía es, según Susan Sontag (2011), una manera de mirar. La danza es, en palabras de Alberto Dallal (2013), el arte más antiguo que puede involucrar el cuerpo, la música y el movimiento. La danza se caracteriza por la expresión de sentimientos y emociones a través de los movimientos y gestos de un bailarín. Y con la fotografía podemos apoderarnos de la experiencia, capturarla en imágenes. El propósito de estas lineas es mezclar estos dos discursos en uno solo,  estudiar la relación que existe entre estas dos formas de expresión: por un lado, la danza y el movimiento; por el otro, la fotografía y lo estático, lo no móvil. ¿Qué sucede cuando se mezclan fotografía y danza?

     A primera vista, podríamos decir que la fotografía atrapa a la danza y la congela, le arrebata su principal característica y la hace “experiencia capturada”.





     Pero más allá de quitar un detalle, la fotografía exalta la importancia fundamental que tiene el movimiento en la danza. A través de la inmovilidad acentúa la movilidad. Laura González Flores (2005) afirma que la fotografía convierte al hecho dancístico en otra obra de arte: “el cúmulo de sugerencias que brotan de una sola fotografía de danza convierten ésta en una obra de arte dueña de categorías, valores y de todos los elementos subjetivos y objetivos que caracterizan el arte de la pintura” (p. 56).


     La fotografía en la danza siempre deja una noción de registro, una evidencia de que algo ha pasado antes y de  que algo pasó después. Las imágenes en las fotografías de danza dejan constancia de un “esto ha sido” en un momento y en un lugar específicos. Barthes (1992) explica lo que ocurre en el cerebro del que ve la fotografía de danza cuando aduce que “lo que la fotografía reproduce al infinito únicamente ha tenido lugar una sola vez: la fotografía repite mecánicamente lo que nunca más podrá repetirse existencialmente” (p. 31). Pero, la lectura de una fotografía del hecho dancístico se “lee” de manera diferente, como diría Dallal (1997) se aprehende el movimiento completando el antes y el después de la imagen:

El instante helado en danza se convierte en movimiento intensificado, pues el observador “lee”, completa el movimiento que la figura de la foto expresa. […] el hecho de que para el fotógrafo de danza el objeto-objetivo se encuentre en movimiento, en plena actividad, corrobora la tesis según la cual la fotografía representaría la “mirada subjetiva” por antonomasia (p. 129).

     Veamos la siguiente fotografía:



     Una primera impresión de una imagen como esta nos dice, por ejemplo, que hubo movimiento al momento de ser capturada. No obstante, una segunda impresión (un poco más precisa y conocedora) nos diría que antes de ser tomada la imagen hubo un demi-plié que terminó en el passé que se observa claramente, al menos dos giros, y que antes del demi-plié hubo una cuarta posición.


     Sontag en su ensayo La fotografía afirma: “las fotografías confieren importancia a los acontecimientos y los vuelve memorables” (p. 136). Pero, ¿todos los movimientos de la danza son fotografiados? Claramente, no es así. Hay movimientos que son privilegiados al momento de capturarse las imágenes. ¿Qué tienen estos movimientos privilegiados? La respuesta puede resumirse en 1 o 2:

1.- Hay una extensión, y por tanto, la presencia de la pointée, la conocida punta del ballet.






2.- No hay pointée, pero hay mucha expresión involucrada en el movimiento.





Esta última parte se enfoca en la tendencia de la fotografía denominada street ballet. ¿Qué es el street ballet? Es, técnicamente, un fenómeno fotográfico que conlleva a la (des)contextualización de la bailarina clásica. Son fotografías que sacan a las bailarinas del típico salón lleno de espejos y una barra, para colocarlas en sitios socialmente más comunes (tales como calles y centros comerciales).



Hay dos fotógrafos que tratan este considerablemente este fenómeno en las bailarinas, el norteamericano Jordan Matter y el parisino Little Shao.

        



   Jordan Matter fotografía esencialmente mujeres. Las bailarinas combinan los elementos dancísticos con situaciones de la vida cotidiana (ir de compras, servir la comida, besar a un hombre). Hay pocas extensiones, porque la importancia de las fotografías recae en las acciones que se están desarrollando. Se puede notar el movimiento no sólo en las bailarinas, sino también en los elementos que las rodean (personas, agua, entre otros). Otro elemento a considerar en las fotografías de Matter es el color, puesto que es un aspecto que lo distingue de Shao.






     En cambio, Little Shao realiza el street ballet de un modo diferente. Las bailarinas son fotografiadas en extensiones de extrema flexibilidad, predominan los splits, los arabescos y las pointées. Los ambientes son muy llamativos porque no son, en absoluto, comunes en un bailarín. En algunas fotografías el color pasa a segundo plano, pero las locaciones son casi siempre sitios turísticos en Francia. Las bailarinas que captura Shao están vestidas de manera que se las puede vincular con algún ritmo de baile (jazz lírico, cabaret, pole dance, flamenco, ballet, hip hop, etc.).










     En suma, ¿hay realmente una (des)contextualización de la imagen del bailarín? Dicen que la música está en todas partes y que, incluso, el silencio también es música. Y bailar no es más que dibujar la música con el cuerpo, convertirse en el pincel de la música y trazarla. Si esto es así, podemos llegar a la conclusión de que el bailarín actualmente no tiene un contexto fijo o asentado (ya que todo es música y él/ella podría bailar donde sea). Si asumimos como ciertas las afirmaciones de la música y el baile, entonces el bailarín y la bailarina toman contexto en el mismo lugar donde bailan (o posan). Más allá de una (des)contextualización, el street ballet (re)contextualiza continuamente al bailarín.


Bibliografía
Barthes, Roland (1992), La cámara lúcida. Notas sobre la fotografía, Barcelona, Paidós.
Dallal, Alberto (1997), Aprehender el movimiento, no congelar un instante, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, vol. XIX, núm. 70, p. 129-135.
- (2013), La fotografía de la danza o el sometimiento de la forma. Texto en línea.
González Flores, Laura (2005). Fotografía y pintura: ¿dos medios diferentes?, Barcelona, Col. FotoGrafía.
Sontag, Susan (2007), Al mismo tiempo. Mondadori,  Venezuela.
-(2011), Sobre la fotografía. España, DeBolsillo.
Villegas, Omar (2010), Fotografías de danza: los monumentos trashumantes. Texto en línea.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Aquí una de mis creaciones:

Fragilidad
Con una cara muy pálida, despeinado y con la ropa manchada, entra al baño de su casa y se detiene frente al espejo.

- ¿Y ahora? ¿A dónde vamos a parar con todo esto, Andrés? ¡Qué tonto fuiste, qué tonto! Es muy claro que las cosas no tenían por qué terminar así, y actuaste como un animal, Andrés, como un animal. ¿Acaso era necesario?... no, no, no. Ella seguramente no sabía que estaba haciendo las cosas mal, que estaba metiendo la pata, y que se estaba ahorcando ella misma, no lo sabía, Andrés, no. Alicia… ¿Cómo puedes ser capaz de hacerme eso? ¿A mí? Dime. Pero no me hagas creer que soy un iluso porque yo te vi, te vi, ¡te vi!  Aquel hombrecito del otro día no dejaba de mirarte, yo lo sabía y te seguía el juego como un estúpido. Porque eso soy, un estúpido. Claro está, cuando la dama quería otra bebida, el estúpido tenía que ir a buscársela mientras sacaba sus encantos de meretriz parisina. Pero ya no importa, no hay nada en este mundo que no se pueda ocultar con un poco de tierra: un hueco, escondes, y se acabó, seguimos adelante. Es muy astuto de mi parte, ¿no crees? Que el estúpido haya actuado te sorprende, ¿verdad? ¡Furcia! No hay nada más patético en este mundo que una mujer que cree ser más inteligente que su marido. Y ahora resulta que el estúpido soy yo, pero descuida, la estupidez se erradica con un poco de sentido común. ¿Sentido común? Sí, Andrés, el sentido común. Porque si esa arrabalera hizo lo que hizo, no podía esperar que le montara un altar aquí en nuestra casa. ¿Nuestra casa? Hmmm… ésta dejó de ser su casa en el mismo momento en el que le regresó la mirada a ese animal. Anda, Alicia, síguelo mirando. ¡Adelante! El estúpido no se dará cuenta de que te arreglas mucho cuando vas a salir con tus amigas, de que llegas a la hora que quieres y no das explicaciones, de que realmente la estúpida eres tú.

Agarra el espejo y lo arroja al suelo. Los trozos rotos son el objeto de la nueva mirada de éste.

- Es fácil. Así de fácil. Y pensar que eres tan frágil como este espejo, que puede hacerse pedazos con un poco de fuerza… Alicia, ahora no sé qué hacer. Dime, ayúdame, te necesito. Sólo tú puedes ayudarme, ¿dónde estás? Shhhh, Andrés, cálmate. Tenemos que calmarnos y solucionar este problema sin que nadie se entere. Nadie puede saber nada, además, ¿quién va a querer saber dónde terminó la furcia de tu mujer? Una mujer más, una mujer menos… no importa. Aquí lo que importa es que el más astuto soy yo. Es más, me conformo con ser más astuto que tú. Pero… ¿y ahora? Ahora nada Andrés, ahora nada. Vamos, eres un hombre, ¿no? Sé un hombre y arregla todo esto. No, no, esto no tenía por qué ser así, eres una tonta Alicia. ¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste? Yo cuidaba de ti y mira con lo que saliste. No es justo, me dices. Ahhh, no es justo. ¡Claro que no es justo, imbécil! Justo sería que te hubieses comportado como una señora en aquel bar, pero no… la dama tenía que seguir con aquel hombre que se encontró. Es una lástima, toda una lástima, porque aquí todo el mundo consigue lo que busca.


Sale del baño y se detiene en la entrada de su habitación. Andrés observa todo detenidamente y piensa que, justo como en el baño, tiene otro desorden que arreglar.